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Disciplina sin lágrimas

logoheart_thumb3¡Hola Mamagatas!

¿Qué tal todo? ¡Espero que bien!

Como ya sabréis si me seguís por Instagram, no hace mucho me leí el libro Disciplina sin lágrimas, de Daniel Siegel y Tyna Payne, coautores de otro libro titulado El cerebro del niño, del que ya os hablé en esta publicación, así que (cómo no) vengo a hablaros un poco sobre él.

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Para empezar diré que una vez más el título ha sido un poco modificado, pues en inglés se llama No-Drama Discipline (Disciplina sin dramas/dramatismos, que a mí me parece  un poco más acertado). Sea como fuere, el libro trata de la importancia del vínculo entre el desarrollo neurológico del niño y cómo los padres reaccionan a la hora de ejercer disciplina, además de darnos herramientas y consejos sobre cómo educar con firmeza pero siempre con cariño. Para hacerlo, consta de ocho apartados, incluyendo la introducción y la conclusión, además de cuatro recursos adicionales.

Para empezar, en la introducción nos explican que la Disciplina Sin Lágrimas tiene dos finalidades básicas: a corto plazo, ayudar a que el niño se comporte correctamente en el momento de la «crisis» y a largo plazo, ayudarles a desarrollar un cerebro pleno que les permita gestionar con flexibilidad situaciones futuras tales como enfados o frustraciones. También nos dicen que la forma de lograrlo es conectando con el niño para que cuando queramos redirigirlo se muestre participativo y preparado.

En el primer capítulo, Repensar la disciplina nos muestran que cuando queremos impartir disciplina tendemos a ser reactivos, cuando deberíamos ser receptivos. Y que el tipo de disciplina «tradicional» (castigar, amenazar, aislar en el cuarto) puede funcionar en el momento, pero a largo plazo llega a ser contraproducente. Por eso, los autores nos aconsejan un replanteamiento basado en tres preguntas: ¿Por qué ha actuado así? ¿Qué quiero enseñarle en este momento? ¿Cómo puedo hacerlo?

IMG_20170424_121416523El segundo capítulo, Tu cerebro bajo disciplina, analiza el cerebro explicándonos sus tres cualidades: Cambiante, Cambiable y Complejo. También nos explica que el cerebro está formado por una parte racional y otra irracional que en momentos de tensión o comportamiento inadecuado quedan desconectadas. Por eso es necesario que ayudemos a los niños a reconectar los dos cerebros para que el «cerebro pleno» les permita redirigir su conducta.  Tal y como dicen los mismos autores, «La Disciplina sin lágrimas nos permite comunicar a nuestros hijos esto: «Estoy contigo. Tienes mi apoyo. Incluso cuando estás enfadado y no me gusta tu manera de actuar, te quiero y estoy a tu lado. Entiendo que lo estás pasando mal y aquí me tienes»».

Y siguiendo con esa cita que me parece maravillosa, el capítulo De la rabieta a la tranquilidad: «conexión es la clave» subraya la importancia de ser proactivos en vez de reactivos para empatizar y conectar con el niño antes y mientras impartimos disciplina. Así aliviamos su «tormenta interior», les ayudamos a reconectar sus dos cerebros y estar más receptivos. De este modo, además, les proporcionamos herramientas que les ayudarán a auto-gestionar sus emociones mientras mejoramos e intensificamos nuestra relación con ellos al establecer límites de una forma afectuosa.

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A continuación, en «Conexión Sin Lágrimas» en acción nos ofrecen estrategias y sugerencias para lograr conectar con los niños, por ejemplo, estar nosotros calmados y receptivos, buscar el porqué actúan de esa manera en lugar de enfadarnos y decidir cómo tratamos el problema (qué decimos y cómo), a la vez que abordamos la situación de una forma adecuada.

Para el siguiente paso, la redirección, en el quinto capítulo Disciplina 1-2-3: redirección para hoy, y para mañana nos explican que hay dos principios clave: esperar a que el niño esté preparado y ser coherente, pero flexible. De este modo, logramos que los niños reflexionen sobre sus sentimientos y formas de actuar (lo que desarrolla su percepción personal), les ayudamos a empatizar con otros (y generan un mayor sentido de la ética y la moralidad) y les ayudamos a ser conscientes de qué pueden hacer para arreglar una situación o gestionarla de otra forma si vuelve a suceder algo similar (les enseñamos a integrar y reparar los daños).

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Siguiendo con el tema de la redirección, el último capítulo como tal, Abordaje de la conducta tan sencillo como R-E-D-I-R-E-C-C-I-O-N-A-R nos proporciona estrategias para conseguir que nuestro hijo coopere en el momento, tales como no sermonear, validar sus emociones, proporcionarles herramientas que les hagan conscientes de lo que sienten y les permitan trabajar el auto-control e implicarlos en la disciplina, entre otras.

Para terminar, en la conclusión nos ofrecen cuatro mensajes de esperanza diciendo que el padre perfecto no existe y lo importante es intentar ejercer una disciplina consciente, empática y afectuosa. Ser la mejor versión posible de nosotros mismos, pero sin fustigarnos cuando no lo logremos, ya que nuestros hijos también pueden aprender de nuestras salidas de tono, por ejemplo, al tener que gestionar situaciones más difíciles o al ver que cuando uno se equivoca siempre está a tiempo de disculparse para reparar la situación.

Y aunque con ese capítulo acaba el libro en sí, como ya he avanzado antes, al final tenemos cuatro recursos adicionales: una nota-resumen de dos hojas «para la nevera» sobre los aspectos más importantes para conectar y redirigir; un par de casos en los que los mismos autores han perdido los papeles con sus hijos; un resumen de tres páginas con los principios clave de las Disciplina Sin Lágrimas para mostrar a las personas que cuiden de los niños (canguros, familia, amigos…) y una lista titulada Veinte errores de disciplina que cometen incluso los padres fantásticos que vuelven a ser recordatorios de los principios y cuestiones básicas que se plantean a lo largo del libro.

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Nota para la nevera

Explicado todo esto, creo que está de más decir que es un libro completísimo que me ha gustado mucho. En este caso, no solo nos hablan de cómo tratar las situcaciones en las que hay que redirigir a los niños, sino que también explican cómo funcionan nuestros cerebros cuando nos enfadamos con nuestros hijos y qué podemos hacer para evitar situaciones límite.

IMG_20170424_121448010Además, todo está explicado de una forma muy sencilla, y a veces incluye dibujos como los mostrados a lo largo de la reseña, así como ejemplos de diálogos adecuados e inadecuados, para ver de una forma más clara aquello que se explica. Asimismo, los párrafos o elementos más importantes vienen marcados en cursiva, por si en algún momento queremos volver a hacer una lectura más rápida (aunque, en mi caso, he de confesar que esta vez he leído subrayador en mano, jijiji). Finalmente, los anexos finales me parecen muy útiles tanto para mostrar a quien le interese pero no quiera o no pueda leerse el libro como para nosotros mismos a modo de recordatorio.

Por otra parte, como siempre hacen estos dos autores, hay muchos ejemplos prácticos de casos reales, que incluyen algunos que han funcionado y otros que no. Y eso es lo que me gustaría destacar del libro: me encanta la idea de que la disciplina no es una ciencia exacta, que todo depende del niño y el momento en cuestión, de cómo se encuentre él y cómo estemos nosotros. Junto con éste, también me gusta el mensaje de que no hay que desesperar si las cosas no funcionan o si en un momento dado nos equivocamos y reaccionamos mal. Ninguno nacemos sabidos, todos somos humanos y tenemos derecho a fallar y a equivocarnos.

Así que, como es de suponer, es un libro que recomiendo para toda persona que quiera informarse sobre cómo funciona la mente del niño ante un enfado y/o mal comportamiento, y qué opciones tenemos para gestionarlo desde un enfoque de disciplina positiva, desde el afecto y la conexión, en lugar de hacerlo de un modo más tradicional de enfados por nuestra parte, reprimendas y castigos inconnexos.

¿Y vosotras, lo habéis leído? ¿Si es así, os gustó? ¿Me recomendaríais algún otro libro de disciplina positiva? Ya sabéis que me encantará leer cualquier comentario o sugerencia vuestros 🙂 .

¡Saludos mamagatunos! 🐱

 

2 comentarios sobre “Disciplina sin lágrimas

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